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Historia

ESTA PÁGINA CONTIENE  DOS  POST; Este primero trata sobre la historia de la «Fábrica de la luz» y el molino harinero que hubo muy cerca del pueblo, en el cauce del rio Bornova.

A CONTINUACIÓN está la historia de Alcorlo desde sus ORÍGENES hasta nuestros días.

Relatos escritos por Agustín Esteban. Septiembre 2020/sept 2023. Aquí puedes descargarlo en formato PDF   La fábrica 2020 septiembre 2023

Resumen y conclusiones de las conversaciones mantenidas con Alejandro, Rosario, Ino, Paca, Paco y Marcelino sobre “La Fábrica de la luz”, una central hidroeléctrica en Alcorlo que estuvo operativa al menos tres décadas, desde 1925 a 1965 aproximadamente.

LA FÁBRICA DE ALCORLO.

A principios de siglo XX Alcorlo tenía un molino harinero situado en el cauce del Bornova; estaba ubicado a la altura del pueblo, luego en el mismo lugar, con la llegada de los generadores de electricidad, construyeron una fábrica productora de electricidad poniéndose esta en marcha en 1928. El molino y la fábrica continuaron su labor hasta  finales de los años sesenta. Al final de sus días la fábrica suministraba energía a más de 50 pueblos de la comarca, superando la zona del Alto Rey y llegando hasta los últimos pueblos de la provincia de Guadalajara, entre ellos Villacadima.

Detalle de la presa para acumular el agua que movería las turbinas. Imagen tomada por Alain y Pilar en 1968, en formato cine de 8mm.

Algunos libros parecen indicar que incluso antes de 1905 el molino de harinas ya estaba operativo, según mi parecer, primero hubo allí un molino, que más tarde quedaría absorbido por las instalaciones de la fábrica de electricidad.

Parece ser que el encargado o propietario de ese “primer molino” era un señor que residía en San Andrés del Congosto, apodado “Fernandillo”, el mismo que años después se encargaría de fabricar los yugos de las campanas de Alcorlo, destrozadas estas durante la guerra civil del 36.

Aunque Marcelino comenta que las obras comenzaron en 1905 yo más me inclino a que fueron en 1925, sobre todo al confrontar esos mismos datos con los de Paca. Mi opinión personal es que posiblemente el molino primero se pondría en marcha a principios de ese siglo, 1905, las instalaciones serían de carácter muy primitivo hasta que dos décadas después se fijara en aquel lugar D. Vicente, para explotarlo como molino y central hidroeléctrica.

       Sobre el año 1925 comenzarían las obras de la “fábrica de la luz” por el constructor y/o propietario D. Vicente Sainz Taberné (de Espinosa de Henares). Al parecer D. Vicente era Ingeniero, empresario u hombre de negocios pues tiene en su haber varias obras y proyectos en la provincia de Guadalajara. Cuenta Marcelino que salario de los trabajadores era de 4 pesetas diarias, con horario “de sol a sol”. En la fotografía vemos el puente y parte de la nave de la fábrica que tenía tres niveles.

Adosada a la nave principal construyeron una casa donde habitaría D. Vicente y su familia, una vivienda muy adelantada a la época pues tenía la cocina forrada de azulejo, nada semejante se había visto anteriormente en aquella comarca. En la parte alta de la colina y alejada de la casa construyeron un aljibe para surtirla de agua. Este aljibe parece ser que no llegó a utilizarse nunca y de hacerlo fue muchos años después, con la puesta en marcha del aserradero.

Es de suponer que el molino de harinas original continuaría sus labores adaptándose a las nuevas instalaciones porque molino y fábrica continuaron funcionando ambos hasta pasados los años sesenta.

Una vez puesta en marcha la “fábrica de la luz” algunos vecinos descubrieron que al llenarse la presa para retener agua y soltarla por la noche, algunas de sus fincas se les anegaban o sus cosechas se perjudicaban con el agua, por lo que pusieron una demanda en los juzgados de Atienza; un tiempo después (antes de que saliera el juicio) dichos vecinos fueron a retirar la denuncia, pero esa petición no les fue aceptada y los trámites continuaron su curso. La sentencia salió favorable hacia el constructor y la docena de vecinos afectados tuvieron que pagar las costas del juicio que al parecer no fueron pocas.

LA CENTRAL ELÉCTRICA:

Es probable que antes incluso de pensar en la construcción de una central eléctrica la compañía distribuidora de electricidad pensó en Alcorlo como inversión, pues en el pueblo en esas fechas vivían cerca de 500 personas, muy pocos pueblos de esa comarca en esas fechas llegaban a esa cifra.

Sobre 1924 comenzaron las obras de la central hidroeléctrica y lo hicieron construyendo la presa para retener el agua, a continuación le siguieron las diferentes estancias, dos naves grandes componían principalmente esa industria, una nave era la de generación y control de la electricidad, lugar por donde discurría el agua a gran velocidad y la otra de almacén.

Antes de poner en marcha la central ya comenzaron a echar el tendido eléctrico al pueblo de Alcorlo. Durante los primeros meses la energía provenía de un primer tendido que hicieron con una línea desde Cogolludo y esta a su vez provenía de un salto de agua de un lugar cercano a Espinosa de Henares. Una vez ya puesta en marcha la estación de Alcorlo parece ser no se producía suficiente energía eléctrica (cuenta hoy Marcelino) y la red distribuidora estuvo durante un tiempo conectada a la que llegaba de Cogolludo. (04:23 audio marcelino 01).

Este dato, aportado por Marcelino, no acaba de convencerme porque, aún sin conocer el salto de agua de Espinosa, el de Alcorlo debería haber sido más que suficiente para abastecer (como lo hizo posteriormente) a más de 50 pueblos, todo ello teniendo en cuenta el consumo de electricidad de aquellas fechas y las instalaciones productoras de Alcorlo; por ello creo que más bien sería al revés, que en cuanto se puso en marcha la central de Alcorlo, esta apoyaría a la de Espinosa, pero claro, esto es una opinión personal sostenida por mi experiencia sobre cuestiones eléctricas adquiridas durante varias décadas a lo largo de mi vida.

Esta línea que llegaba a Alcorlo y que partía del salto de agua de Espinosa, alimentaba Cogolludo, Veguillas y San Andrés, luego una vez que la central de Alcorlo comenzó a funcionar de una manera efectiva continuaron con la distribución eléctrica y trazaron una línea por Santecilla hasta la fuente de La Cañada, lugar donde aproximadamente coinciden las lindes de Alcorlo, La Toba y Congostrina, ahí repartiría hacia la derecha con La Toba y a continuación Pinilla, el ramal de la izquierda alimentaría Congostrina y la presa de Pálmaces que en ese momento se encontraba en construcción. En resumidas cuentas: En esas fechas Alcorlo era el centro distribución eléctrico de gran parte de la comarca.

En esas fechas también echaron otro tendido eléctrico que partía de la central y alimentaba algunos de los últimos pozos de mina en el término de Alcorlo, pozos como “El del Tiburón”. En la explotación de esos últimos pozos de mina trabajó durante algún tiempo Luis Esteban Alcorlo y posiblemente también Agustín Esteban Vacas.

El pozo minero conocido como “La Mina” (una de los mayores del entorno) en el término de Alcorlo, no llegó a tener instalación eléctrica, las viviendas ubicadas en las cercanías se componían de media docena de pequeñas casas, allí vivió hasta 1965 aproximadamente la familia de Eulalio (tio Layo) a modo de guardeses, familia relacionada con Alcorlo, porque no era de su propiedad, el dueño de esa mina aún está sin identificar (8:04 “audio marcelino 01”).

Desde la fábrica y central de Alcorlo partía otra línea en dirección a Zarzuela y los pueblos colindantes. Del mantenimiento de esta línea se encargó Antonio del Amo (hijo de Pascual) que, aunque era natural de Alcorlo se marchó a vivir a Villares, por proximidad al conjunto de pueblos que suministraba y tenía que atender.

El mantenimiento de las instalaciones de la fábrica las llevaba Pedro Felipe Sanz, Crescencio Ayllón Esteban y Antonio San Mateo, de la cuestión económica tales como de cobrar los recibos mensuales de todos los pueblos y del mantenimiento y revisión de las líneas se encargaba Pascual del Amo.

Unos años después de la puesta en marcha la central eléctrica de Alcorlo el pueblo tuvo energía eléctrica durante todo el día mientras que el resto de los pueblos solo tenían durante la noche, por lo que Alcorlo era ya un pueblo privilegiado en ese aspecto.

El caudal hidráulico (sobre todo en verano) era insuficiente para mantener en marcha a plena potencia el generador por lo que por el día se retenía parte del agua en la presa y se soltaba por la noche para generar la energía suficiente. En esta fotografía de Eusebio y Rosario de 1966 vemos cómo el cauce del Bornoba está seco, hoy sería imposible cortar completamente el curso del rio, siempre debe de quedar un caudal mínimo.

El sistema eléctrico en las viviendas que se solicitaba la acometida eléctrica constaba principalmente de una o dos bombillas de 15 watios; normalmente una en la sala de estar y otra en la cocina; al no existir contador de energía se pagaba una cantidad fija por cada lámpara instalada; esta línea funcionaba las 24 horas. Por supuesto el tendido eléctrico suministraba un voltaje de 125 voltios.

Al ser tan bajo el voltaje no requería de grandes aislamientos, llegando a entrar en las viviendas a través de dos hilos de cobre con poca o sin ninguna protección, solamente iban aislados mediante unos pequeños aisladores de porcelana blanca y estos estaban clavados a la pared o a los cercos de las puertas y ventanas, eso sí, a cierta altura para que nadie alcanzara a tocarlos directamente con la mano.

Poco a poco la gente fue aprendiendo que tocar aquellos cables podía darte un susto. En una ocasión los chavales descubrimos que si tocabas a alguien y a la vez el cable  a este último “le daba calambre” y durante un tiempo la broma era conseguir que algún chaval nuevo en el pueblo (de los que regresaban de la ciudad los fines de semana) se acercara hasta conseguir que se llevara un calambrazo, jajaja.

Las instalaciones en el interior de las viviendas eran con cables de cobre trenzado envueltos en una película de tela algodonosa, los interruptores eran de porcelana con una pequeña “T” que se giraba en cualquier sentido para encender o apagar, los enchufes igual, de cerámica blanca… ¡ambos para toda la vida!

Aparte de esta línea “permanente” que partía de la central y recorría el pueblo estaba también la del alumbrado de las calles de todo el pueblo que, se componía de no más de una veintena de bombillas de 15 watios repartidas por todo el casco urbano. Para hacernos una idea el consumo total del alumbrado de Alcorlo era inferior al consumo de un secador de cabello actual o al consumo de un microondas. ¡IN-PRESIONANTE! Hoy día con una placa solar de 2 metros cuadrados y lámparas de bajo consumo sería suficiente para iluminar todo el pueblo con aquella misma intensidad de luz.

Sobre la década de los años 50 se instalaron en los hogares de Alcorlo los primeros contadores de energía, por supuesto que los pagaba el propietario, pero eso le beneficiaba en que solo pagaría la energía que consumiera en vez de una cuota fija que venía pagando. Ya por esas fechas el suministro era las 24 horas del día por lo que se podía permitir el lujo de escuchar la radio en cualquier momento y en algunos casos (el más pudiente) tener frigorífico, como el caso de las carnicerías.

Los pueblos a los que suministraba energía la central de Alcorlo eran los del entorno (como es natural): San Andrés del Congosto, Membrillera, Congostrina, Hiendelaencina, Villares, Bustares, Zarzuela, Semillas, Las Navas de Jadraque, La Nava de Jadraque, Arroyo de Fraguas, El Ordial etc, finalmente llegó a suministrar a un total de más de 50 pueblos.

PELIGROS DE LA CORRIENTE ELÉCTRICA:

Un suceso que pudo acabar en tragedia lo vivió Pedro Somolinos; resultó que en una ocasión que caminaba por el “Camino Molino” en dirección al “puente de la Fábrica” (lugar donde se encontraba la central hidroeléctrica) al llegar a las instalaciones de la fábrica la mula que llevaba comenzó a ponerse muy nerviosa… Pedro Somolinos avisó a Pedro Felipe (que era el operario de la fábrica que en esos momentos se encontraba de servicio) y comenzó a buscar la causa, esta debía ser un conductor eléctrico con defecto de aislamiento y fugas de corriente eléctrica.

Pedro al intentar subsanar la avería quedó “atrapado” por la corriente eléctrica sin poder soltarse y fue Pedro Somolinos (que se encontraba a su lado observando sus movimientos) quien le salvó de una muerte segura, agarrándole de la chaqueta y tirando de él hasta que pudo alejarlo del conductor eléctrico.

Tengo que aclarar (para quien no tenga conocimientos sobre electricidad) que en los hogares de aquellas fechas y hasta la década de los 90 en muchos hogares el voltaje era de 125 voltios. Este nivel, aunque puede darse el caso de electrocución, es poco probable. Antes de finalizar el siglo XX ya todo el mundo disponía de los 220V de hoy. Claramente este voltaje ya es bastante más mortífero, llegando a producir en España 935 casos registrados de accidentes eléctricos en el 2022.

Para rizar un poco más el rizo sobre cuestiones técnicas tengo que aclarar que para obtener un voltaje de 220 voltios en un enchufe uno de los dos contactos tiene un potencial de 380 voltios mientras que el otro conductor (el neutro) es CERO, no lleva corriente. De este valor (380) viene todo el peligro.

Pero volviendo al accidente aquel de Pedro, no fueron aquellos 220 voltios los que le produjeron “el atrapamiento” sino los posiblemente 3500 voltios que la instalación aérea del transporte de energía a los diferentes pueblos llevaba.

¿Por qué 3500 voltios? Como no podemos saber “todos de todo” trataré de explicarlo brevemente. Para suministrar energía eléctrica a grandes distancias (sin perdida drástica de energía) se utilizan los “transformadores”, que son dispositivos que elevan el voltaje para su transporte y al final de la línea lo vuelven a reducir a su valor óptimo de consumo, todo ello es para evitar costes por perdidas de energía por los conductores eléctricos ya que cuanto más alto es el voltaje a transportar menos es la pérdida; ello conlleva el consiguiente riesgo por electrocución de personas, aves, animales, etc.

Actualmente se utilizan desde los 3000 voltios a los 400.000 por eso en el campo podemos encontrar enormes columnas metálicas con los conductores separados entre ellos varios metros porque de no ser así, en los días de niebla, se producirían cortocircuitos entre ellos por el efecto del arco voltaico.

Durante la época en que la fábrica estuvo en funcionamiento no se recuerdan accidentes importantes o fatales relacionados por la electricidad, salvo la señora Felipa que murió electrocutada en su casa por una plancha en mal estado… ya es difícil morir de esa manera con tan solo 220 voltios en las instalaciones, no así en las actuales de 380 voltios que mata mucho más fácilmente; en el caso de Felipa todo indicó que esa fue la causa de su muerte.

FELIPA Y LA PLANCHA.

Ciertamente no se sabe con seguridad cómo ocurrió ese suceso, lo mismo pudo ser por un fallo de aislamiento en el aparato de la plancha que por una subida de tensión repentina en el enchufe, provocado por la descarga de un rayo en las cercanías; NADIE recuerda que ese día un rayo cayera ni siquiera sobre el casco urbano, de haber sido así al día siguiente todo el mundo hubiera comentado la posibilidad de que “un rayo mató a la Felipa”. Esto sucedía sobre 1965/6.

Sobre el accidente fatal de Felipa parece ser que todo sucedió a última hora del día. Cuando el pastor volvió ese día al pueblo con las cabras ya era casi noche; en ese momento había que encargarse de recoger y guardar cada cual las suyas. El pastor ese día era Basilio, hijo de Francisca y Venancio.

Felipa tenía un hijo minusválido (por ese motivo no llegó a ir a la mili), ese día por la mañana Vicente (su marido) y ese hijo se marcharon de viaje a la ciudad para hacer una gestión referente a su enfermedad y el servicio militar por lo que esa noche Felipa se encontraba sola en su casa.

Al quedarse sola en la casa fue ella quien se encargó de guardar su ganado, al parecer coincidió que en esos momentos una tormenta estaba soltando agua con desesperación y a la señora Felipa le pilló en la calle mientras realizaba la labor de guardar su ganado. Probablemente no iría provista de chubasquero (inexistentes en aquellas fechas) o manta por lo que volvería a casa con los ropajes muy mojados, incluso con los pies chorreando, con aquellas albarcas que calzaban, a veces con calcetín de lana gruesa.

Cuando las cabras llegaron al pueblo Felipa se encontraba planchando en ese momento, labor que tuvo que abandonar para atender al ganado. Cuando regresó de guardar las cabras pudo ser que se dispusiera a apagar la plancha mientras se cambiaba de ropa pero no llegó a hacerlo, todo se confabuló para que se produjera el accidente, el agua y la avería de la plancha.

Al parecer no llegó a culminar la tarea del planchado. Al día siguiente a primera hora de la mañana, Francisca, (una vecina) encontró la parte superior de su puerta de la calle abierta, la llamó y no acudió a la llamada por lo que como tenía confianza con ella entró en la casa y tomó la llave de la casilla de las cabras (que estaba colgada nada más cruzar la puerta) y se encargó de darles suelta a los animales.

Fue más tarde cuando alguien sospechaba algo raro en Felipa porque era mujer de las que a primera hora del día ya andaba o bien barriendo por la puerta de la casa o en cualquier otra faena y entre varios vecin@s pasaron a la vivienda en su busca.

La encontraron tendida en el suelo en una sala contigua a la entrada, con la puerta entornada, a medias de abrir, la plancha tirada en el suelo cerca de ella, la plancha desenchufada, la luz de la sala encendida, se supone que el suceso ocurrió la tarde anterior, ya noche, cuando Felipa volvió de guardar su ganado.

El primer pensamiento de todos aquellos vecin@s que descubrieron el cadáver es que al tomar la plancha le había dado un calambrazo del que no se puso separar de la plancha y en su desvanecimiento hacia el suelo la plancha se desenchufó.

A mí se me ocurren dos motivos los que pudieron provocar el accidente, motivos o causas que a la vez pueden ser complementarios. Por un lado pudo ser que la plancha tendría algún defecto de aislamiento en el aparato (ya que en esas fechas no había dispositivos automáticos contra fugas de corriente, conocidos como “interruptor diferencial”) por lo que al tomarla, y sobre todo al tener el cuerpo húmedo por la tormenta que estaba soltando agua, se originó la tormenta perfecta para desencadenar el accidente.

También pudo suceder que alguna descarga eléctrica en las proximidades (un rayo de la tormenta) generase un pico de tensión en la red que junto al fallo de aislamiento del aparato y el cuerpo humano mojado desencadenase el accidente.

Esta segunda teoría está en parte descartada porque NADIE en el pueblo achacó esa desgracia a un relámpago de la tormenta sino a un “calambre de la plancha”. Claro está que “un rayo” no cayó ni en la plancha ni en las proximidades porque siempre deja marcas en el punto donde aterriza, casi siempre dejan zonas chamuscadas o una marca de fusión de piedras o metales en el punto donde descargó, pero nadie achacó la tormenta como causante de la muerte de Felipa, nadie encontró “la piedra del rayo” o “la cosa mala” como llamaban a la fusión de algunas piedras o simplemente piedra que se cristalizaba en el punto de impactar el rayo contra el suelo y que quien lo encontraba lo guardaba como un tesoro.

Las planchas son unos aparatos muy propensos a este tipo de averías, las altas temperaturas que se producen en el interior poco a poco van mermando el aislamiento de los circuitos eléctricos internos hasta que llega un momento que “la plancha me da calambre”.

En este suceso siempre me quedaba la incógnita del por qué Felipa planchaba ese día, ¿acaso estaría cercano un día de fiesta? Porque creo que la labor de planchado no era muy habitual en Alcorlo, de hecho, a mi madre a lo largo de aquellos catorce años que viví allí apenas si la vi hacerlo en tres o cuatro ocasiones, era en días señalados, para ello utilizaba una plancha gruesa de metal fundido a la que se le introducían brasas de la lumbre para que cogiera temperatura. Por ello siempre me ha sorprendido este accidente, por el planchado y por utilizar “una plancha eléctrica” tan adelantada a su tiempo en aquellos lugares.

Algunas averiguaciones que hice al respecto recientemente me dicen que al parecer en Alcorlo SÍ había algunas planchas eléctricas ya en esas fechas. También que Felipa ese día trataba de planchar unos paños de ganchillo de aquellos que adornaban los vasares, entre otros motivos porque unos días después esperaba visita de algunos familiares y le gustaría tenerlos con buen aspecto.

EL MOLINO:

Una vez la central eléctrica estuvo en funcionamiento, las instalaciones se utilizaron también para moler el cereal (especialmente el trigo) con la típica muela redonda de piedra. Al menos al principio la molienda era basta, solamente trituraba el grano, por lo que luego había que separar con un “ceazo” o criba los diferentes tamaños de granos que salían de la trituración. De esa mezcla salían tres tipos de grano, por un lado la cáscara, conocida como “el salvado”, que servía de alimento a los animales, principalmente a los cerdos, el grano medio y grano fino sería la harina para elaborar el pan.

Parece ser que el molino se componía de una sola muela o rueda, una noria subía bloques de trigo que los iba soldando por un orificio hasta que llegaban a caer bajo la muela para ser triturados. Durante las 24 horas diarias de funcionamiento solo se podían moler 9.000 kg de cereal, los camiones eran de 3.500kg por lo que diariamente tres camiones hacían el transporte de la harina distribuyéndola por los pueblos e incluso llegando hasta Madrid.

De los recuerdos más lejanos que tengo hay uno donde me veo a la edad de dos o tres años junto a una rueda de un camión. Al parecer salí corriendo de casa, la puerta estaría abierta, y justo en ese momento o bien pasaba uno de esos camiones o bien se encontraba parado allí mismo, el caso es que yo fui a parar con las manos en el neumático que, recuerdo era mucho más alto que yo; al instante mi madre me retiraba de allí. Debió ser un despiste de mi madre que andaría entre fogones, despiste que yo aproveché para ver qué pasaba en la calle.

El cereal llegaba al molino tanto en pequeños camiones como con mulas. Elías Alonso recuerda que una de las mulas que acudía con frecuencia a acarrear grano al molino, al llegar a las primeras casas de Alcorlo, (lugar conocido como “Los Palos”) se paraba de golpe y no había manera de hacerla echar a andar, el dueño la tenía que dar una paliza con el palo o látigo para continuar la marcha.

Es muy probable que el animal sintiera la energía eléctrica de alta tensión (probablemente no más de 3.500 voltios) que cruzaba el camino o carretera de llegada al pueblo en ese punto, línea que distribuía energía a la zona de Congostrina y La Toba.

Igualmente sucedió alguna vez al pasar con alguna caballería por delante de la central eléctrica, antes de cruzar “el puente de la fábrica”, los animales en aquel punto se ponían nerviosos. Algunos animales tienen desarrollados ciertos sentidos mucho más que las personas, son más sensibles.

UN RAYO CAYÓ EN RIOHONDO.

Aunque este episodio no tiene nada que ver con la “fábrica de la luz” voy a relatarlo en este capítulo ya que está relacionado con la electrocución.

En Alcorlo se decía que durante las tormentas era peligroso permanecer cerca de los animales “de pelo”, como las vacas o las mulas, pues el viento electriza el cabello y es propenso a recibir la descarga de un rayo, curiosamente en Alcorlo NUNCA sucedió desgracia alguna por ese motivo de animales pero SÍ hubo desgracia por caída de rayo sobre un árbol en el que en ese momento se refugiaban dos pastores, uno pereció en el momento de caer el rayo y el otro lo dejó bastante perjudicado.

El fallecido se llamaba Julián Sanz, la desgracia le llegó una semana antes de cumplir los 14 años de edad. Francisco (hijo de Josefa y Federico) ese día era su compañero en el campo. Este hecho sucedió en el 1948 aproximadamente.

Al parecer esa tarde una tormenta estaba cruzando la vega de abajo, a la altura de donde el Riohondo se unía al Bornova, pocos cientos de metros antes del lugar donde luego se levantaría la presa. En ese momento un grupo de jóvenes, entre ellos mi padre (que en esas fechas contaba con 19 años de edad), se encontraban en la entrada del pueblo, lugar conocido como “Los Palos”, pues allí mismo había unos postes eléctricos; el mismo lugar donde la mula se negaba a caminar.

Desde allí se divisaba perfectamente toda la vega de abajo porque era un punto relativamente alto con respecto al valle y no había árboles ni maleza por medio que impidiera la visión desde Veguillas hasta Santecilla.

Por regla general las tormentas de aquellos años y en aquel valle del Bornoba eran de “aúpa”, quizás por eso, por ser el único valle de los alrededores, la Vega de abajo era como una gran sartén a la que las nubes que llegaban por Veguillas difícil era que no descargaran agua allí.

La tormenta comenzó a descargar agua y Francisco y Julián, que andaban guardando unas cabezas de ganado vacuno propias, se refugiaron en unos chopos altos que crecían en el cauce del Riohondo, en la vega conocida como “Las Viñas”.

De repente toda la vega se iluminó y al instante un trueno hizo temblar la tierra, los allí presentes vieron como la luz recorría el cielo y bajó por el chopo hasta llegar al suelo.

Al momento, entre la lluvia, a duras penas, una persona trataba de alejarse del lugar pues caminaba dando tumbos, el rayo le había dejado perjudicado. Caminaba deambulando pero con rumbo fijo, se dirigía en dirección al rio Bornova, que en esos momentos bajaba crecido, según contaba mi padre: “hasta cerca de la cintura”.

Los allí presenten en Los Palos, al presenciar la escena, salieron corriendo para ayudar a los accidentados y cuando Francisco se encontraba a muy pocos metros de la orilla del Bornova lo socorrieron. Temían que llegara al agua antes que ellos y la corriente lo arrastrara rio abajo.

Por la otra parte estaba Julián que yacía muerto a los pies del árbol. Cuando llegó su madre al lugar, al parecer pocos minutos antes que el resto de personas que acudieron en su ayuda, trató de llevar el cuerpo de su hijo al pueblo pero no tenía suficientes fuerzas físicas para ello y después de arrastrarlo unos metros pensó que era mejor dejarlo exactamente en el mismo lugar donde lo encontró, no fuera a ser que las autoridades cuando fueran a recoger el cadáver encontraran anomalías en el fallecido o tuvieran dudas del motivo de la muerte.

Seguro que estarás pensando cómo pudo ser que Juana, (la madre de Julián) llegara tan rápidamente al lugar, pues bien, cuando la tormenta comenzó a ponerse de mal aspecto Juana salió en busca de su hijo para protegerlo y llevarlo de nuevo a casa o para buscarle un refugio seguro en el campo, pero no llegó a tiempo, por ese motivo fue ella la  primera que descubrió la tragedia de su hijo.

Pensándolo detenidamente la desgracia pudo haber sido mucho mayor si Juana hubiera llegado unos minutos antes a refugiarse bajo el mismo árbol, porque ya es difícil (pero no imposible) pensar en esa situación de lluvia y tormenta que un rayo puede matarte en cualquier momento. Es posible que el destino de cada uno está ya escrito desde antes de llegar a este mundo y por eso sucedieron los hechos tal cual estaban marcados y no de otra manera.

Este es el resumen de los relatos sobre este caso escuchados a mi padre, Ino y a otros paisanos más, gente que en su día presenciaron el accidente o lo recuerdan.

EL HORNO DE PAN.

Aproximadamente sobre el 1930, en un lugar de la fábrica, construyeron un horno para cocer el pan y durante una década estuvo operativo y con ello la necesidad de elaborar el pan en cada hogar se fue perdiendo.

Al comienzo de la guerra civil el horno estaba en servicio porque en el primer día de la llegada del bando Nacional (recuerda Marcelino) los militares al mando invitaron a que cualquier vecino se pasara por la fábrica a recoger su pan ¡gratis! (recién hecho en ese momento), al parecer “todo era de todos”. los chavales se encargaron de pregonar la noticia por el pueblo aunque dudo mucho de que “todo el pueblo” acudiera a esa llamada. Para hacerse idea del tamaño del horno Marcelino recuerda que cabían 90 panes en cada hornada.

El horno era de leña, durante esa década en la que el horno estuvo operativo talaron todos los árboles (fresnos centenarios en su mayoría) que había en el cauce del rio entre “la Presa de Arriba” y la “Peña Orada” (Peñaorá), o sea entre ambas presas, en una longitud aproximada de 1 km, una vez sin suministro de leña el horno dejó de funcionar como tal.

Finalmente sobre mediados de los 60 la maquinaria del molino fue trasladada a Jadraque donde siguió con esa actividad, pero la maquinaria eléctrica (como el generador) tengo escuchado a mi padre que sufrió una avería importante y posiblemente no se llegara a reparar y por ese motivo es posible que esos materiales no se llegaran a recuperar para otras instalaciones. Ese fue el final de la actividad de la “Fábrica de la luz de Alcorlo”.

En los últimos años de Alcorlo las instalaciones de la fábrica sirvieron para guardar animales.

FERNANDILLO y LAS CAMPANAS:

Fernando fue un señor de San Andrés del Congosto, de sobrenombre “Fernandillo”, según recuerdan algunos paisanos de Alcorlo fue encargado durante un tiempo del molino (aún sin confirmar) pero principalmente se le recuerda como “un señor muy hábil” en el arte de la madera, lo que hoy se llamaría carpintero o ebanista. Fue él quien fabricó los yugos de las campanas de Alcorlo una vez fueron recuperadas y vueltas a fundir después de la guerra civil. Los fabricó en San Andrés del Congosto lugar donde residía.

Las campanas se subieron hasta su ubicación por el interior de la iglesia, por la escalera que existía para llegar al punto donde estaban instaladas. Una era de tamaño pequeño y la otra mucho más grande, vamos a decir “tamaño estándar”.

La anécdota de esa operación fue que hubo un error en las medidas entre los yugos y la distancia de los ejes pero nadie cayó en ese error hasta el instante de colocarlas en su lugar.

Al parecer para subir las campanas hasta el campanario los paisanos pasaron las de San Quintín, no era fácil subir aquel bulto tan pesado por una escalera tan estrecha.

Como a nadie le dio por tomar medidas antes de subirlas una vez arriba se comprobó que no era posible el instalarlas así que no quedó más remedio que descolgarlas de nuevo para reformar los yugos.

Actualmente la campana pequeña está en Congostrina y la grande en San Andrés del Congosto.

OTRAS INDUSTRIAS EN ALCORLO:

También sobre los años 70 un señor de Madrid puso una serrería en la zona entre “el Castillo” y la fábrica de electricidad, al parecer no fue en las mismas instalaciones donde estuvo el molino pero sí en las cercanías de este.

En las inmediaciones de la casa había un aljibe bastante grande. Tanto el propietario de la serrería como su mujer e hija vivieron en Alcorlo hasta que la serrería dejó de funcionar. Es probable que vivieran en la casa del propietario de la Fábrica, (Don Vicente) que en esos momentos estaba semi-abandonada.

En la zona del “Camino Molino” (camino que salía del pueblo y acababa en la fábrica) había una fuente que nunca se la conoció manar agua, posiblemente se construyera con el fin de llenar dicho aljibe. Esa serrería estuvo operativa durante tres o cuatro años, más o menos hasta el 1969, suministraba principalmente tablas para la construcción de puertas o muebles y vigas de madera, en aquellas fechas en la escuela estaba de profesor para los chicos Don Carlos y para las chicas Doña Marina.

Por mediación de Don Carlos en la zona de “Las Eras” instalaron dos postes con sus correspondientes tableros para jugar al baloncesto, en las fotografías aéreas del vuelo de 1973 se pueden apreciar. Curiosamente en Alcorlo no recuerdo haber visto nunca a nadie jugar al baloncesto.

FABRICA DE LADRILLOS, TEJAR Y ARENERA. (21:13 marcelino 02)

Parece ser que en la zona de  “La Retuerta” (a medio km una vez pasado el cruce de Veguillas en dirección a Alcorlo) cerca de “La Fuente del Val”, había un lugar especial para la cerámica, lo intentó explotar la familia de Catalina, padres de Felipe, pero no duró mucho tiempo la actividad, hoy todavía hay una pequeña construcción en el lugar.

En aquella zona también, un poco más abajo, sobre el nivel de la carretera antigua, había una zona rica en arena, había una pequeña cueva arenosa, esta arena tenía fama como refractaria y para caolín y según cuenta la historia pudo ser la ÚNICA que usaban las fábricas de gas de Madrid y principales de España. (pag 112 de “Alcorlo y El congosto” de Tomás Gismera)

LOS MOLINOS.

En los 15 km río Bornova aguas arriba desde Alcorlo, actualmente encontramos los restos de al menos cuatro molinos, sin contar el de la fábrica de Alcorlo. El más alejado es el “Molino Villares”, ubicado junto a la carretera que cruza el río antes de llegar a Villares, una vez pasado Hiendelaencina.  

Continuando aguas abajo encontramos “El Molino Zarzuela”, puede que dejara de funcionar sobre el año 1970, entre otros motivos por la expropiación por el embalse de Alcorlo. En algunas ocasiones la construcción se encuentra cubierta de agua como vemos en esta fotografía del 2019.

Enlace al post “El molino Zarzuela”. Una visita específica a ese molino. http://alcorlopantano.com/2015/10/13/capitulo-007-el-molino-zarzuela/

Hasta hace unos años se distinguía muy bien toda la construcción y diseño del molino, aún permanecía allí la polea, eje y piñones que el agua movía, (foto de la izquierda). 

Este molino de Zarzuela en los años cuarenta y cincuenta era un punto importante a la hora de las comunicaciones y de negocios o trueques, no quedaba lejos de Hiendelaencina, Zarzuela, Alcorlo y algún que otro poblado más hoy ya olvidado como Robredarcas o Las Cabezadas. Además de moler grano también haría las veces de taberna y tienda ya que era frecuentado por los paisanos de aquella comarca.

Aguas abajo, en el siguiente barranco quedan los restos de una minúscula construcción cerca del rio, si no fuera por dos piedras de molino, muy blancas, que están recostadas en las inmediaciones de lo que en su día fuera una calle, nadie diría que allí hubo molino pues no se conocen marcas de canalización de agua que llegara hasta allí, quizás este molino funcionara con el agua del barranco, no hay que olvidar que antiguamente llovía y nevaba en abundancia.

Está ubicado en un barranco que nace cerca de Hiendelaencina y se llama “Arroyo Diógenes”. Este molino en Alcorlo era conocido como “El molino Viejo”. Las dos piedras blancas blanquísimas, de cuarcita, llamaban la atención porque parecía que hubieran caído del cielo allí mismo, pues por los alrededores no hay material de ese tipo y tamaño. Imagen tomada en agosto de 2000.

El siguiente barranco también tenía molino, varias casas componían el poblado, curiosamente DOS alcornoques delante de las casas parecían hacer la función de guardianes; desde que mi padre me dijo que esos árboles eran “alcornoques” siempre pensé cómo aquellos árboles habían llegado hasta allí, pues en toda la comarca no existen otros árboles de esa especie. Foto del año 2.000.

Este molino era conocido como el “Molino Nuevo”, quizás el nombre le viene por ser construido después del anterior, el del barranco de Hiendelaencina, en el arroyo Diógenes.

Normalmente está cubierto de agua por la recula del pantano, en alguna ocasión volveré a pasar por allí a ver si descubro la canalización de agua que supuestamente movería la rueda de moler aunque en las fotografías originales se aprecia bien una larga pared paralela al rio que debía ser la canalización del agua. La fotografía muestra la ubicación de estos tres molinos, quedando el de Villares unos km más arriba.

Por su ubicación geográfica Alcorlo era ideal para tener su molino, un molino de IMPORTANCIA, no como estos que he descrito aquí o como otros tantos  que han existido a lo largo del cauce del Bornova y sus afluentes, un molino al que se pudiera acceder con vehículo pesado.

Esa acumulación de pequeños molinos ubicados unos tan cerca de otros da a imaginar que ese era un lugar apropiado para ello, un punto en común de todos aquellos pueblos o poblados en los que era muy necesario procesar el trigo para obtener “el pan nuestro de cada día”.

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Agustín y sus cosas. alcorlopantano.com (sept 2023)

 

HISTORIA DE ALCORLO DESDE SUS ORÍGENES HASTA NUESTROS DÍAS.

Aspectos históricos y arqueológicos.
Podemos decir que, en sus orígenes, el pueblo de Alcorlo hunde sus raíces varios milenios antes de Cristo. En la zona donde se construyó la presa, Alcorlo tenía y tiene algunas cuevas donde se han encontrado restos prehistóricos; afortunadamente aún se mantienen en buen estado algunas de ellas como “La Cueva Grande” situada en el margen derecho del rio muy cerca de la presa.

La “Cueva de las figuritas” fue famosa por tener el registro cuaternario en cueva más antiguo de la provincia de Guadalajara. Fue explorada por primera vez en la década de los 70 y en ella se encontraron restos de la fauna del Pleistoceno medio y del Holoceno y restos óseos del Homo Nenderthalensis; en ella también se encontraron utensilios y restos de antiguas civilizaciones.

Es una lástima que esta cueva quedara oculta por las aguas y sellada con grandes volúmenes de hormigón para evitar filtraciones del pantano;

ALCORLO tuvo sus primitivos orígenes en un lugar diferente al que todos conocimos. El antiguo poblado era conocido como “La Puebla” y existen señales que indican que fue en un paraje situado a una distancia de 1km en dirección Este, lugar conocido actualmente como “Santecilla”. Al cultivar la tierra a veces en ese lugar aún siguen aflorando restos de tejas, vasijas y utensilios.

El nombre de Alcorlo se encuentra citado en un documento de la primera mitad del siglo XII, transcrito por García López en los Aumentos de San Andrés del Congosto: “… del Portiello del Val de Alcorlo…”. Y en 1269 Alcorlo tenía que pagar ½ maravedí para costear la escuela de gramática establecida en Atienza por el obispo Lope Díaz de Haro (J.L. Pérez Arribas, Pueblos perdidos). Posteriormente, en 1451, se habla de la toma y destrucción de Alcorlo por los navarros (Layna Serrano: Historia de la villa de Atienza, p. 183).

…los del rey de Navarra mantuvieron en constante estado de inquietud aquella comarca mediante rápidas algaradas con su secuela de robos y muertes, sin que lograra irles a la mano Lope Vázquez de Acuña, quien no podía dividir sus fuerzas para atender a todos los peligros. Un día, los enemigos acantonados en Atienza llegaron nada menos que al desfiladero del Congosto y pueblo de Alcorlo defendido por un castillete y poseído por el arzobispo Carrillo, a quien lo diera Juan II luego de confiscar sus bienes a Juan de Tovar, señor de este y otros lugares, por haberse pasado al bando del navarro; se apoderaron del castillo por fuerza de armas aportillándolo después, saquearon el pueblo y tornáronse a Atienza luego de desmochar la atalaya o torre fuerte situada en el Congosto, por cuyo pintoresco desfiladero corren las aguas del Bornoba.

En su mejor época, allá por el s. XV, Alcorlo era más importante que el propio Jadraque, estando exento de pagar tributos, siendo el alcaide Juan de Tovar. Posteriormente, Alcorlo aparece en las Relaciones topográficas deFelipe II en 1582,donde dice:

“A los treinta y seis capítulos dixeron: que acerca del dicho lugar de Alcorlo está vna torrecilla pequeña antigua que quieren decir que otro tiempo fué alli poblada vna villa, y no saben otro sitio que haya sido poblacion, y este sitio se nombra é llama Castillo”.

Este documento habla de una cantidad de 36 vecinos, “que hubo más pero que fueron muriendo. Todos los vecinos son labradores y no hay ninguno Hijosdalgo y por ello son pobres, viviendo solamente de la labranza”.

El siguiente documento más antiguo que se conoce es el Catastro de Ensenada en 1752; en él se hace referencia a sus dos vegas y productos que de ellas se obtienen como hortalizas, frutas y cereales. En esas fechas el pueblo se compone de 33 vecinos, 8 viudas y 9 menores. Consta de 41 casas habitables, 4 inhabitables, 4 derruidas y 17 casillas de encerrar ganado, así como 25 pajares. En 1825 la población de este pueblo la componían 60 familias y 235 almas.

Los siguientes datos disponibles (20 años después) están en el Diccionario Geográfico Estadístico-Histórico de España y sus posesiones de Ultramar por Pascual Madoz en el año 1845. En dicho año la población había disminuido considerablemente no llegando en esos momentos más que a 161 almas distribuidas en 38 familias (aproximadamente la mitad). Parece ser que alguna enfermedad importante sería la causa de tanta baja. El momento de mayor población, con 448 h. de derecho y 118 hogares si sitúa 100 años después, en 1950, según datos del INE (Alteraciones de los municipios en los Censos de Población desde 1842). En aquella década un vecino comentaba que cuando volvió de la mili en el pueblo había unos cincuenta o sesenta jóvenes entre mozos y mozas. Por aquellas fechas había quien afirmaba que Alcorlo era tan importante como Jadraque o Atienza.

Alcorlo tuvo su castillo, el de “Corlo”, como es acreditado por diversos documentos. Uno de ellos es la carta del Arzobispo de Toledo Alonso Carrillo dirigida a Fernando Morales (alcalde de Alcorlo):

“que ha hecho merced a su sobrino Alfonso de la fortaleza y sus tierras, datada en Uceda el 8 de enero de 1456”, en ese documento se habla de la posesión del castillo de Alcorlo por Alonso Carrillo; sin embargo nada se recuerda en Alcorlo de la ubicación se semejante castillo, si bien cierto es que existía un lugar muy apropiado para construir un castillo, era la colina o montaña que suele aflorar en el centro del pantano cuando el nivel del agua desciende. Desde tiempo inmemorial esa colina o montaña era conocida en el pueblo como “El Castillo”.

Algunos de los últimos habitantes del pueblo coinciden en haber encontrado en el punto más alto del cerro restos de tejas y materiales de construcción. No es de extrañar que las continuas guerras de los navarros contra los musulmanes y otras familias castellanas en el siglo XV lo destruyeran por completo; parece ser que era práctica habitual el invadir y arrasar los asentamientos y, una vez destruidos, puede que utilizaran los materiales para la construcción de nuevas casas ya que “castillos” ya no se hacían.

En el margen derecho del río Bornova y a pocos metros de la presa se encuentra una torre de vigilancia que siempre se llamó “La Torrecilla” (recientemente reconstruida). Servía de control de gentes y aduana a los trashumantes y también durante las guerras contra los musulmanes para enviar señales o avisos a las otras torres situadas en el cauce del Bornova y valle del Henares.

 El denominado puente romano, aunque siempre fue conocido como “El Puente de San Andrés”, era de Alcorlo pues el término llega un trecho más abajo; reparado hace pocos años, permanece casi invisible actualmente por los matorrales y la arboleda que evitan lucir todo su esplendor. Otro formidable puente, que formaba parte de la carretera que comunicaba Cogolludo con Atienza también quedó sumergido bajo las aguas.

La minería también fue importante en el siglo XIX. Según Tomás Gismera más de un centenar de minas se registraron en el término municipal de Alcorlo en dicho siglo (Alcorlo y el Congosto. Entre la historia y el agua). Hoy día todavía se pueden encontrar multitud de pozos de mina y restos de excavaciones para la extracción de plata y en busca de oro en la zona. En 2019 hasta 23 pozos fueron protegidos con vallas y cerramientos por la Confederación Hidrográfica del Tajo para evitar accidentes en la zona.


Los edificios religiosos.
Las Ermitas: Luis Cordavias  en 1826 y Pascual Madoz en 1845 hablan de que había dos Ermitas en las afueras, la de la Soledad y San Bartolomé. Esta última estaba arruinada y sirvió posteriormente para cementerio tras la prohibición de enterrar en las iglesias.

Este “cementerio” duró pocos años pues el hecho de encontrarse al otro lado del rio dificultaba su cometido dado que las grandes avenidas (que destruyeron el puente en dos ocasiones) no permitían fácilmente llegar con los difuntos hasta allí; por ello se construyó un nuevo cementerio en la parte alta del pueblo, a una distancia de doscientos metros, cementerio que finalmente quedaría inundado por las aguas del pantano.

En el siglo XX no se recuerda otra ermita más que la situada en la zona del “Frontón”, en la parte baja del pueblo, llamada siempre la de “La Soledad” pero cierto es que en los últimos días de la existencia de Alcorlo aún se podían contemplar las ruinas de la otra Ermita (la de San Bartolomé) situada cerca del rio al margen derecho.

Antes de la guerra civil la Ermita de la Soledad se encontraba en buenas condiciones, ubicando en su interior imágenes religiosas y una urna con el “Señor en el Sepulcro”. Durante la guerra civil fue saqueada y muchas de las imágenes de madera fueron quemadas, siendo otras destruidas.

Esta ermita estuvo semi-abandonada desde la guerra civil hasta los años cuarenta o cincuenta; en ese periodo era el “hogar de los quinquilleros” y cobijo para indigentes o gente de paso, siendo su aspecto lamentable, con restos de una fogata en el rincón del fondo, las paredes negras de hollín y las puertas negras y abiertas “como puertas de mesón”. Una vez restaurada, a mediados del siglo XX, sirvió de lugar para alojar al “Santo Sepulcro” y a una imagen de la Virgen, imágenes que se sacaban de procesión en las fechas habituales, como en la Semana Santa, en que se llevaba a cabo “El Encuentro” entre la Virgen y su hijo, a la altura de la “Plazuela. (Foto momento del “Encuentro”).

Una vez decidida la inundación del pueblo hubo unos años en que los enterramientos se realizaron en San Andrés del Congosto. Así el 2 de enero de 1976 falleció Evaristo Esteban y al día siguiente era enterrando en San Andrés del Congosto (pueblo cercano). Es posible que fuera en San Andrés por proximidad o porque todavía no se habría decidido qué Ayuntamiento se encargaría de los restos de Alcorlo, documentación, bienes, tierras sin expropiar, etc. Desde el 2 de Enero del 1976 hasta el 28 de Enero de 1982, (día en que derribaron las casas y desalojaron a los últimos vecinos), habían pasado 6 años; en este tiempo fallecieron media docena de personas en Alcorlo y todas fueron a parar al mismo cementerio de San Andrés.

En los últimos años de la construcción de la presa los vecinos y párroco tras una reunión celebrada después de una Misa dominical pedían/solicitaron a la Confederación Hidrográfica del Tajo la construcción de “una Ermita y de un cementerio” en las proximidades del pueblo (en el Cerrillo de los Olmos), en terrenos del Ayuntamiento que no serían inundados por las aguas. Este documento estaba firmado por 24 vecinos y con el sello del “Juzgado de Paz de Alcorlo”.

La Ermita serviría posteriormente como punto de encuentro para los vecinos afectados por el embalse y en el cementerio se ubicarían los restos mortales, cruces y recuerdos existentes en el cementerio del pueblo.

La iglesia y las campanas.
La Iglesia era el edificio más importante del pueblo. Estaba construida sobre una gran roca arenisca en la zona casi más alta del pueblo y todo indica que su construcción data del siglo XII, fecha de sus primitivos pobladores; posteriormente el pueblo fue creciendo en dirección al río, fuente y vegas.

Originalmente el patrón del pueblo fue “San Salvador” y así se llamó la Iglesia durante varios siglos, siendo su onomástica el 6 de agosto. En el siglo XVII cambió de nombre y pasó a llamarse la “La Transfiguración del Señor”, pero como en esas fechas todo el personal andaba demasiado liado recolectando la mies y posteriormente trabajándola en las eras, en el último siglo la fiesta principal se trasladó finalmente al 24 de agosto día de San Bartolomé, fecha en que el personal andaba ya más desahogado y con más tiempo y ganas de fiesta, aunque no dejaron de celebrar el día de San Salvador, pero de una manera menos importante.

A principios de la guerra civil el bando republicano llegó a Alcorlo, tiraron las campanas y quemaron imágenes religiosas. Las campanas al parecer se rompieron o las rompieron, pero aprovechando que un vecino de Alcorlo (Lucio) que ya vivía en Madrid y tenía un taller y a través de un colega suyo que tenía una fundición en Toledo, con los trozos de las campanas consiguieron fabricar de nuevo una grande y otra más pequeña, semejantes a las originales. Todos los vecinos con los que he hablado coinciden en que el tañido no era el mismo, cosa por otra parte lógica ya que sería difícil conseguir (sin apenas medios) las temperaturas y aleaciones idénticas a las originales.  

Una vez que las campanas estuvieron de nuevo en su lugar de origen hicieron una celebración religiosa con procesión y las “bautizaron” cada una con su nombre, a la pequeña la llamaron “Águeda” que actualmente está en Congostrina y la grande “San Salvador” y que se encuentra en San Andrés del Congosto.

Según testimonio de Justino y Rosario (antiguos vecinos que estuvieron presentes en el  acto), relatan que sucedió más o menos de esta manera: “Cuando la procesión llegó hasta la Iglesia, justo debajo de la espadaña se paró para acabar el acto, en ese momento había varios mozos en el campanario preparados para poner en marcha el volteo de las campanas cuando alguno de ellos preguntó ¿cómo vamos a llamar a esta? Señalando la pequeña, ¡a esa  “Águeda!” y ¿a la otra? ¡“San Salvador”!respondió la multitud.

Tras la demolición de las viviendas de Alcorlo el 28 de Enero de 1982 tan solo quedó intacta la Iglesia, siendo poco tiempo después desmontada piedra a piedra y trasladada al barrio de Azuqueca de Henares llamado “Asfain”, encargándose sus propios vecinos de esa labor; allí junto con restos de la Iglesia de Salmeroncillo (pueblo de Guadalajara arrasado y deshabitado en la guerra civil) construyeron otra iglesia que aunque mantiene el aspecto de la original tiene modificaciones. La nueva Iglesia se inauguró en marzo de 1988 creando la parroquia de Santa Teresa de Jesús. (Foto de la iglesia de Alcorlo en ASFAIN).

Alcorleños relevantes.
En Alcorlo siempre hubo maestro, a veces médico y también cura. En los últimos años de lo mejor que tuvimos fue la maestra de la escuela Dª Milagros Martínez Martínez nacida en Humanes, fue la persona de referencia para muchos de nosotros, recta y ejemplar, nos metió en vereda y nos hizo aprovechar bien el tiempo dedicado al estudio; todos agradeceremos siempre su gran labor.

La persona más destacada como artista es D. Manuel Alcorlo Barrero, pintor, dibujante y grabador. Manuel no llegó a nacer en Alcorlo porque sus padres (Cipriano y Jesusa) se habían trasladado a vivir a Madrid unos años antes. Manuel llegó a este mundo ya en Madrid en la plaza de las Cortes, 1.

D. Manuel es académico de la Real Academia de Bellas Artes desde 1998 y está considerado como un consagrado artista español. 

Cirilo Vacas también era reconocido en el pueblo como artista de la piedra, tiene esculpidos varios bustos; con el primero de ellos (el que representa su persona) de joven ganó un concurso en Madrid sobre escultura, estuvo cerca de conseguir una beca para comenzar sus estudios, pero la guerra civil cambió su destino.

Eusebio Vacas (su hijo) también es reconocido en la comunidad como “artista” por su arte en la talla de la madera y piedra, quizás lo más elaborado sean dos tallas de madera de 30 cm de altura representando al genuino hortelano y su esposa con sus atuendos habituales típicos en su juventud, también posee diversos relieves tallados en madera; en piedra creó un busto de su esposa y otro de su madre ambos dignos de admirar por sus detalles y refinado acabado.

La vida en Alcorlo.
Alcorlo, igual que cualquier pueblo del entorno, vivía principalmente de la agricultura de subsistencia y de la ganadería, formada principalmente por cabras y ovejas; las vacas y bueyes se vieron por última vez a finales de los 50. La ganadería no daba muchos empleos, las mulas y las cabras se sacaban cada día a pastar en el campo, las vigilaba cada día un vecino diferente siguiendo un orden por adra.

El pueblo disponía de dos grandes vegas de regadío, únicas en esa comarca pues los escasos ríos que la recorren discurren demasiado profundos y carecen de vegas importantes en  sus riberas. Famosas fueron principalmente sus judías, las cuales cada otoño acabarían vendidas en su gran mayoría en las tiendas de las ciudades. Al disponer de agua suficiente en la vega se cultivaba todo tipo de hortalizas y cereales; cada año se alternaban los cultivos de secano y regadío en las vegas para que la tierra se recuperase. Las vegas se regaban a través de una canalización de un metro de anchura que las recorría desde sus comienzos. El agua comenzaba su camino desde una pequeña presa situada en el cauce del Bornova a una distancia de 1km; esta acequia recorría la primera vega, luego atravesaba el pueblo por la parte baja sorteando las viviendas y continuaba bordeando la segunda vega hasta que volvía al rio, recorriendo en total unos 2 km de longitud.

A principios de siglo XX Alcorlo tenía un molino harinero situado en el cauce del Bornova a la altura del pueblo, luego en el mismo lugar  construyeron una fábrica productora de electricidad  poniéndose en marcha en 1928. El molino y la fábrica continuaron su labor hasta  finales de los años sesenta. El generador suministraba energía a más de 50 pueblos de la comarca llegando a superar la zona hasta del Alto Rey llegando hasta los últimos pueblos de la provincia. Detalle de la presa para acumular el agua que movería las turbinas.

La producción de electricidad se acabó, pero las instalaciones quedaron intactas,quedando una presa que en el verano, al retener el agua y crear una piscina natural de agua limpia y templada, hacía que fuera un lugar ideal para la multitud de veraneantes y excursionistas que acampaban en la zona, debajo de las altas y espesas arboledas de chopos.

La vida en Alcorlo en los últimos años de su existencia era la típica de los pueblos de España, en invierno pocos quehaceres en el campo salvo preparar la tierra para la siembra. En la primavera las tareas giraban alrededor del cultivo de las primeras hortalizas. En esa estación, en la vega que ese año correspondía con la hortaliza, todo era un trasiego de gente, con la totalidad de los miembros de las familias, niños, mayores y ancianos colaborando en plantar las judías, tomates, cebollas, lechugas, melones y un larguísimo etc. La vega estaba “viva”.

El verano era la peor época, principalmente por el trabajo de la siega y recolección del cereal, un par de meses de trabajando duro contrarreloj para segar, acarrear y limpiar la mies a base de trillo y aventar el grano; contrarreloj porque cualquier tormenta de verano o el pedrisco te podía dejar limpio de todo el beneficio.

 En septiembre de 1959 una gran tormenta asoló el término de Alcorlo: durante cinco a diez minutos cayeron trozos de hielo de 400 ò 500 gramos como así se pudo comprobar pesándolos en balanza, todas las tejas del pueblo quedaron destrozadas, las uralitas que formaban el tejado de la fábrica de electricidad se quedaron con agujeros de tamaño de naranjas, similar a un impacto de un proyectil de mediano calibre. Afortunadamente no se produjeron desgracias personales en esa ocasión, pero en otra tormenta de aquellos años un rayo mató a un joven que se había refugiado debajo de un árbol junto con otros dos compañeros pastores. Ni que decir tiene que aquella tormenta acabó con la mayoría de animales del campo como grajas, liebres, conejos o perdices que al día siguiente aparecieron por el campo malheridos o muertos, tardándose varios años en repoblarse con los pocos que quedaron.

Las tormentas de aquella zona eran terribles; recuerdo a mi madre contar como en una ocasión estaban segando y la tormenta “traía ruido”, eran los trozos de hielo chocando entre ellos en el aire antes de comenzar a descargar. Sobre 1968 otra tormenta, esta vez un pequeño tornado, arrancó y desplazó la mayoría de árboles frutales de la vega con tal facilidad como quien arranca “un cenizo”; la mayoría de los altos chopos de la ribera del rio quedaron entrelazados entre sí y otros arrancados de cuajo.

Pero a pesar de todo ello, de la mucha dedicación al trabajo, las fatigas de la era, del calor de la siega, y de la escasísima disponibilidad de dinero, etc. la gente de Alcorlo éramos felices allí, incluso sabiendo que la construcción de la presa era un hecho inminente y eso cambiaría nuestras vidas drásticamente.

En 1975 como consecuencia del pantano la gran mayoría de Alcorleños emigramos a la capital o pueblos cercanos, al menos hasta esa fecha nunca se vio maquinaria agrícola en sus campos, todo era a base de mulas y fuerza humana, es posible que esa generación fuera la última que cosechó a mano la mies como se venía haciendo desde tiempos inmemorables.

Los 26 niños de la escuela nos comportábamos como hermanos; la mayoría éramos primos entre nosotros, no recuerdo disputa salvo alguna chiquillada, no había mucho tiempo para el juego pero deseando estábamos de localizar un simple balón para ser felices, a veces el juego del “escondite” o las “guerras de indios y vaqueros” o “La Cuta” donde utilizábamos la parte de una caja de cerillas (la que tenía el motivo) como moneda, era suficiente para pasar un rato divertido y demostrar que tenías más o menos habilidad para conseguir el premio; en verano y algún que otro fin de semana con suerte llegaba alguien de la ciudad con un hijo que tenía bicicleta y si te llevabas bien con él lo mismo te dejaba dar una vuelta con ella.

Los juguetes eran como las brujas, pues, salvo algún detalle el día de la fiesta, el resto del año nadie los veía: tirachinas, arcos y flechas, guías para los aros, todo lo fabricábamos nosotros, en Alcorlo no había ni juguetes ni dinero para ellos. “¡No hay nada como un pueblo para criar a un hijo!” ¿Cuántos niños de hoy han visto una pollada de perdiz, recién nacidos, no más grandes que una nuez, correr detrás de su madre y desaparecer entre la maleza en unos segundos?, o ¿cuantos han pescado un pez con sus propias manos? O ¿cuantos han visto a corta distancia a un gorrión permanecer inmóvil sin pestañear ni una sola vez mientras incuba los huevos en el nido con el consiguiente peligro que conlleva para él? O los polluelos recién nacidos que no tienen ¡ni pelo!, Solo unas bocas enormes que abren ante la presencia de cualquier presencia; Todo eso es desconocido para la mayoría de los niños y para los ya “no tan niños” de hoy, algo tan habitual en aquella época y entiendo que necesario para formarse como persona. ¡El progreso!, eso lo trajo “el progreso”.

En los días de invierno era común ver a grupos de ancianos sentados frente al sol y protegidos del viento del norte, (como si fueran reptiles), sin más que hacer que recordar sus tiempos pasados, sin prisas. También solía haber mujeres, ellas con sus labores de costura; en esas fechas ya se comenzaba a ver algún “transistor” que a duras penas podía sintonizar “Radio Nacional de España” en la Onda Media. Televisión apenas si existía más que la del bar por lo que este se convirtió en la “sala multimedia” de todo el pueblo; en las noches de los fines de semana se superaba ampliamente el aforo.

El día de la fiesta.
En el día de la “fiesta chica” (6 de agosto, San Salvador) traían los animales al pueblo, animales que normalmente en meses de buen tiempo andaban pastando en el campo y un pastor cada día se encargaba de vigilarlas, aprovechaban para chequear su salud y verificar que nada se había perdido y todo estaba en orden. En el último siglo había gran cantidad de cabras, ovejas, mulas y vacas. En la zona de “Valdecabanillas” (próxima a Hiendelaencina) había un cercado donde guardaban las vacas por la noche.

En el último siglo las fiestas principales del pueblo eran alrededor del 24 de Agosto, San Bartolomé, patrón del pueblo, muy famosas y populares. Acudían multitud de personas de los pueblos cercanos, todas las calles y plazas estaban llenas de coches, sobre todo en los últimos años, donde los tempranos emigrantes a la ciudad ya se permitían el lujo del “Seat 600” o del “850”.

En aquellos años la fiesta se componía principalmente de una orquesta importante con su baile en la plaza del frontón que duraba casi toda la noche. En esas fechas las tareas más importantes de la recolección del cereal ya estaban casi acabadas y se podían pasar fácilmente un par de días de asueto sin atender otras necesidades más que las indispensables como dar de comer a los animales que no podían pastar en el campo o tenían crías recientes.

Y llegó el momento de la verdad.
Recién acabada la guerra civil española el gobierno creó el Instituto Nacional de Colonización con el que se construyeron cerca de cuatrocientos nuevos pueblos en todo el territorio nacional para dar un empuje a la economía a través de la agricultura y la ganadería después de la devastación producida por la guerra civil.

En la provincia de Guadalajara el pantano de Entrepeñas había inundado el pueblo de Santa María de Poyos en 1956; vivían en ese pueblo unas 130 familias que las ubicaron en distintas provincias como Cuenca, Valladolid, Palencia y Burgos.  En Alcorlo dieron esa posibilidad aprovechando que existía la posibilidad de continuar con el mismo ritmo de vida las familias que allí vivían pero la propuesta no prosperó pues la gente no sabía ni donde ni cómo iba a ir, por lo que decidieron tomar el dinero. 

Alcorlo era un pueblo próspero, pero asentado en un lugar hidrológicamente estratégico. En 1959la prensa apuntaba que ampliando el Canal del Henares y construyendo el embalse de Alcorlo se conseguirían 6.000 hectáreas más de regadío produciendo más beneficio a la “Vega del Henares”.

Sobre 1965 todo marchaba felizmente hasta que alguien se dio cuenta de que las aguas retenidas en el pantano de Pálmaces (que se construyó en 1954), eran e iban a ser insuficientes para regar la Vega del Henares pues la demanda de agua era cada vez más grande.

A principios de 1970 comenzó ya en serio a penetrar en la mente de los Alcorleños la idea de que el pantano iba a ser inevitable y el desalojo, una realidad. El pueblo pasó de no tener apenas reuniones en el Ayuntamiento a tenerlas todos los fines de semana y sus habitantes pasaron de no tener apenas coloquios en la calle a tener corrillos en la puerta de cada casa pues todo eran incógnitas. “Dicen que si pedimos casa y tierras nos las darán en Extremadura¿Dónde está eso? El fulano –que ha estudiado_ dice que es mejor coger el dinero… y así unos con otros se fueron haciendo su idea de qué les interesaba más, aunque la idea del traslado causó poco o nulo interés.

Una vez elegida la opción del dinero comenzaron a echar cuentas. En 1969 hubo una primera valoración bastante generosa pues tuvieron muy en cuenta los perjuicios que causarían a la población y posteriormente una segunda, ésta ya más acorde con la realidad. Con la primera valoración de los bienes estimaban que de media daba para que cualquier familia pudiera comprar un piso en Madrid.

Unos años después hubo una segunda valoración no tan generosa donde las tierras de secano se pagaron a 5 pesetas y las de regadío a 15, las casas a 2800 pesetas el metro cuadrado, independientemente si tenían una planta o más pues solo contaba la planta baja; por lo general todas las casas tenían al menos DOS plantas. Las casas para guardar el ganado, por supuesto, más baratas.

En el periódico “Flores y abejas” del 8 de abril de 1969 se puede leer: “las cifras de valoración de los distintos conceptos han sido elevadas con la mayor ponderación, buscando una valoración no sólo real, sino con la matización del grado de afección o de perjuicio que puedan suponer para quienes han de abandonar tierras y viviendas, para ir a situarse a zonas bien distintas a lo que parecía su último destino…. Continúa con: “si todo conduce a la fórmula de amistoso compromiso que se busca, se habrá dado un importante paso en el camino a seguir ante sestas situaciones, de las que hay algún que otro antecedente en la provincia, y no muy halagüeño, por cierto”.

Ante este cambio tan drástico en la indemnización gran parte del pueblo comenzó a echar la culpa al alcalde y al secretario por presunta corrupción; la gente en su mayoría con pocos estudios e incluso sin saber ni firmar se comportaban como las ovejas, servía cualquier frase para llevarlos a uno o al otro lado, en definitiva: un caos. Teniendo en cuenta que muchos de los mayores no sabrían ni firmar era muy fácil conducir el rebaño en uno o en otro sentido.

Algunas familias se rompieron igual que sucede en algunas herencias, ya se sabe que donde hay dinero a repartir suelen aparecer los problemas. El Alcalde del momento renunció a su cargo y se nombró a otro “en funciones” para salir del paso y poner paz ante tal desorden.

Por todo esto en números reales cualquier familia media cobró en torno a 250.000 pesetas por casa y tierras. Para hacernos una idea del valor de esa cifra, una casa baja y pequeña de una sola planta en un lugar en los extrarradios de Guadalajara, costaba 315.000 y un piso en el barrio de los Manantiales (los primeros que se construyeron) rondaba las 500.000 pesetas. Algunos vecinos recuerdan que por algunas tierras pagaron el valor de la cosecha de UN SOLO AÑO.

Finalmente, más caro o más barato llegó el momento de cobrar, fue en 1975; en aquellos días aparecieron (igual que los buitres) varios representantes de entidades bancarias, intentando convencer a los vecinos con pequeños regalos publicitarios como mecheros, llaveros, etc… ¡qué pena! antes eran como las brujas, por allí nadie había visto ni uno solo.

Además de los bienes inmuebles y de las tierras en una expropiación forzosa se paga también por diversas cuestiones como el “traslado de enseres” cambio de actividad, jornales perdidos, etc. pero el mayor porcentaje lo llevaba “el quebranto por interrupción de actividades”, de modo que una persona que aquellas fechas tuviera entre 30 y 45 años recibiría 100.000 pesetas y entre 45 y 55 años 150.000.

Se dio el caso de que alguna familia no tenía tierras ni apenas bienes propios (el bar, la carnicería, la tienda) por lo que de momento y hasta siete años después no cobraría el grueso de la indemnización, con lo que debería arreglárselas como pudiera.

En 1981 (unos meses antes del desalojo) en Alcorlo todavía figuraban 28 hogares y 78 habitantes. Finalmente en el 1987 Alcorlo se incorpora al Ayuntamiento de La Toba entregándosele el municipio y el término municipal junto con toda la documentación administrativa.

La diáspora.
Alcorlo igual que tantos otros pueblos de España en aquellos 1965 comenzaba una lenta e inexorable peregrinación hacia los núcleos urbanos importantes pues allí estaba la industria, allí estaban las fábricas esperando a que llegaran, Paulino Moreno, Interclisa, Filtrona, Bresel, etc, llegaron buscando mejor vida, hartos de destripar terrones.

Ya sobre el 1970 en Alcorlo no quedaban más de 200 personas, en el colegio 26 niños de todas las edades. La libertad es muy bonita y el trabajo en las fábricas muy esclavo por lo que muchos se resistían a cambiar de vida, esa vida que iba pasando de generación en generación sin apenas cambios.

No había fecha exacta para el desalojo de Alcorlo pero quizás alguien pensó que sería bueno hacerlo después de acabado el curso escolar del 1975/76 pues en esas fechas ya la construcción de la presa estaba bastante avanzada y como se trata de una construcción de tierra y piedras se debe de llenar paulatinamente durante varios años por lo que interesaba que ya lo fuera haciendo cuanto antes.

En ese verano del 1976y con el curso escolar acabado, con el agua ya cubriendo parte del cauce del rio y con el primer pago importante de la expropiación forzosa realizado, a los Alcorleños le quedaban muy pocos recursos para seguir aguantando allí como Numantinos.

Ante semejante panorama se creó una Asociación, la de “Afectados de Alcorlo” para intentar resolver todos estos problemas. Asesorados por algún especialista descubrieron que según el “artículo 84 de la ley de expropiación forzosa” podían dar marcha atrás en el proceso de expropiación por haberse pasado el tiempo y conseguir que construyeran un pueblo en las cercanías, en terrenos del Ayuntamiento de Alcorlo que no serían inundados por el agua. Eso sí, abonando entre el 80 y el 100 por ciento del dinero recibido de la expropiación, por lo que no obtuvieron mucho apoyo ya que implicaba dar marcha atrás a todo el proceso por lo que esa posibilidad de construir un “nuevo Alcorlo” no prosperó. Finalmente, dicha Asociación desapareció dos años después.

Durante un tiempo la “Asociación de Afectados” estuvo luchando para construir el nuevo Alcorlo, incluso tuvieron una reunión con el Defensor del Pueblo que les daba la razón. Algunos miembros de la Asociación fueron seguidos de cerca por la policía incluso llegaron a sacar al presidente de una reunión que estaban celebrando en una cafetería para que les acompañase a la comisaría. No querían que Alcorlo se convirtiera en “otro Riaño”.

Como medida de protesta los Alcorleños hicieron pancartas, en una ocasión un grupo de personas afectadas se trasladaron desde Madrid y Guadalajara a última hora de la tarde llegando al pueblo ya de noche, pegaron carteles y telas con mensajes pero al día siguiente algunos carteles estaban destrozados y tirados por el suelo, eso indicaba que Alcorlo se había divido al menos en dos partes.

El desalojo.
Realmente no había fecha definida para el desalojo de los vecinos de Alcorlo, pero la ausencia de lluvias en esa época y la presión de los “Regantes de la Vega del Henares”, que veían perderse sus cosechas mientras el agua del Bornova se escurría por la presa río abajo, produjeron la aceleración de la fecha. Se produjeron presiones a la Administración para acelerar el cierre definitivo de las compuertas, hasta tal extremo que en los últimos meses se abrieron y cerraron en varias ocasiones porque el agua comenzaba a anegar las primeras viviendas más bajas.

El curso escolar ya había acabado y se estimaba que el desalojo fuera pronto, en el pueblo no quedaban más de 30 vecinos, pero aún quedaba un “botón por abrochar”, era la única baza importante que a los vecinos de Alcorlo les quedaba por jugar:  les faltaba cobrar “el pago por los perjuicios indirectos”.

 

La Administración era consciente de ese pago y de lo que suponía para los Alcorleños así que para dar el paso definitivo (la estocada fina) no tuvo otra opción que pagar y lo hizo un par de días antes de aquel 28 de enero de 1982 tan esperado para unos y tan inolvidable para otros.

Un mes antes del desalojo la Confederación remitió una carta al alcalde en funciones comunicándole que, antes del día 27 de Enero, en Alcorlo ya no debía quedar nadie.

En esos días anteriores al 28 de enero se presentaron en el pueblo miembros del gobierno para realizar los pagos, al resto de vecinos se les anunciaría por carta o telegrama para que fueran a cobrar a los Nuevos Ministerios de Madrid.

El jueves 28 de enero de 1982 estaba todo preparado para el desalojo, todo estaba saldado y no había motivo alguno para resistirse más, así que ante posibles complicaciones se presentaron en el pueblo las autoridades competentes y un grupo bastante amplio de guardia civil (unos 50).

En previsión (no se sabe de qué) un “automóvil zeta” de la guardia civil cortó la carretera en el cruce de Veguillas y otro en la zona de Congostrina, deteniendo cada automóvil que llegaba y pidiendo documentación, por si tenía relación alguna con Alcorlo; mientras tanto en el pueblo los  representantes del gobierno (que llevaban la orden de evacuación) reunieron en la explanada de las eras a los vecinos que quedaban y les informaron de sus propósitos, que era principalmente ayudarles a trasladar sus bienes que aún les quedaban allí, invitándoles a que se marcharan, pues ese mismo día comenzarían a derrumbar las edificaciones. Para ello llevaron una ambulancia con su médico y enfermera, un autobús, varios camiones y una máquina excavadora para el derribo.

Solamente el “alcalde en funciones” y media docena de personas más ofrecieron algo de resistencia formando una cadena humana alrededor de la máquina excavadora ante la cual el responsable de la operación ordenó al conductor de la excavadora que se dirigiera con la máquina hacia la casa del alcalde y _para despejar cualquier duda_  la casa del alcalde en funciones (allí presente) fue la primera en caer, pasando así a formar parte de la historia.

Después de ese instante cualquier duda fue despejada, a regañadientes todo el mundo se puso a colaborar y ese mismo día ya nadie más durmió en Alcorlo.

 

Igual que cuando una alimaña roba los huevos de un nido y los “padres pájaro” comienzan a revolotear impotentes alrededor del depredador así mismo pasó en Alcorlo, pues esa primera noche y las dos o tres siguientes, una pareja de la guardia civil custodió aquel lugar acompañados por algunos vecinos, mientras miraban impotentes como Alcorlo desaparecía y todo su esfuerzo por conseguir recuperar las tierras expropiadas y construir un nuevo Alcorlo se esfumaba, igual que lo hacía el humo en la oscuridad de aquella noche fría y oscura de finales de enero.

De las vigas de madera que se encontraban ardiendo, salían pavesas encendidas que se elevaban hasta lo más alto para luego mezclarse con las estrellas en la oscuridad de la noche ya que ese día la luna quiso irse con el sol.

Todo el mundo tenía ya un lugar para vivir, tan solo DOS personas las recogieron en el Hostal de Humanes durante unos días, supongo que hasta que los familiares llegaran a por ellas, el resto ya tenía su nueva residencia principalmente en las ciudades, a partir de ese día Alcorlo fue desapareciendo paulatinamente de la memoria de sus vecinos, igual que hicieran las aguas con los escombros de las casas del pueblo.

El desalojo total se llevó a cabo sin incidentes, desde el Gobierno Civil felicitaron a alcalde en funciones por haberse llevado a cabo de la manera más natural y humana posible.

Ningún miembro del gobierno comunicó a la prensa la operación del desalojo, ese desagradable episodio era “políticamente” mejor que no se conociera. En tan fatídico día  tan solo UN periodista (Jesús Orea) y UN fotógrafo (Luis Barra) hubo allí presentes para dar testimonio de la noticia, si hubiera sido hoy habríamos allí mil personas haciendo fotos. Aspecto de Alcorlo unos días después del desalojo.

Dos años después algunos vecinos de Alcorlo mantenían la esperanza y seguían reivindicando la construcción de un nuevo pueblo; finalmente la Asociación se disolvió y el “Nuevo Alcorlo” nunca se construyó.

Situación actual.
Veinte años después del desalojo (año 2000) Alcorlo había caído ya en el olvido casi más absoluto de sus gentes, aunque el 24 de Agosto de cada año se seguía celebrando allí la festividad de San Bartolomé como se había venido haciendo en el pueblo al menos en los últimos ochenta años. No obstante, la afluencia de público se iba mermando año tras año pues muchos de ellos ya habían fallecido y por ello sus familias dejaban de asistir.

          
Todo cambió en 2004, año en que Elías Alonso y su familia crearon la Asociación “Hijos y Amigos de Alcorlo”; en aquellas fechas también se creó su página web de alcorlo.com y por ello el aprecio por el pueblo  resurgió de una manera importante. A partir de ese momento Alcorlo comenzó a suscitar interés por antiguos vecinos, amigos y familiares llegando en la actualidad a tener gran afluencia de público el día de su fiesta grande, fiesta que la Asociación organiza en colaboración con el Ayuntamiento de La Toba. Después de los actos religiosos se suele continuar con una comida campestre llegando a reunir en alguna ocasión a más de 450 comensales.

La Asociación fue fundada principalmente para la conservación de las tradiciones y recuerdos del pueblo y para fomentar las relaciones y convivencia entre los hijos y amigos de Alcorlo mediante actividades y fiestas populares además de realizar o coordinar las labores de mantenimiento de la Ermita y el cementerio.

Además de la fiesta de San Bartolomé se organiza otra fiesta/evento en la primavera en las fechas próximas a San Antonio, aunque menos multitudinaria. Es este también un día muy especial pues después de los actos religiosos de San Antonio los socios preparan una merienda en las instalaciones compuesta generalmente de huevos fritos, chorizos y carne. La sobremesa suele estar amenizada por largos coloquios y charlas sobre el pasado, presente y el futuro de Alcorlo, donde suelen aparecer fotos o documentos antiguos o inéditos del pasado, fotografías de bodas o documentos de la expropiación forzosa etc.

En el año 2009 el Ayuntamiento de la Toba, que administra actualmente el antiguo término y derechos de Alcorlo, construyó un porche anexo a la Ermita que sirve para efectuar reuniones, albergando a los asistentes protegiéndolos de las inclemencias del tiempo, a veces tan inoportunas como las tormentas de verano o simplemente para resguardarles del sol.

 

Texto original de Agustín Esteban, Octubre 2020.

http://alcorlopantano.com/alcorlo-mi-pueblo/