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Nuestro Escudo

Escudo Alcorlo 15 web

El origen de los escudos heráldicos municipales se remonta al siglo XIV al ser otorgados por concesión real o fueros, según los usos y costumbres del derecho medieval. Sus símbolos expresan la identidad del ayuntamiento al que representan. Pero no fue hasta el siglo XIX cuando por una orden ministerial se pidió a los ayuntamientos que se proveyeran de un escudo propio. En este mismo siglo fue decayendo su uso, hasta que en los años ochenta del pasado siglo, la configuración de las Comunidades Autónomas despertó en los ciudadanos el deseo de conocer su historia y los pueblos comenzaron a tomar conciencia de sí mismos, poniendo en valor los símbolos que personalizan sus señas de identidad.

Esto se unió a la firme voluntad de un grupo de vecinos originarios de Alcorlo, de mantener vivo en la memoria el pueblo que les vio nacer. Primeramente se reunieron para deliberar sobre los emblemas que mejor podían representarlo, tomando como fundamento su pasado y recurriendo a la memoria de sus vecinos más mayores. Así, se decidió dotar al escudo de Alcorlo con los siguientes símbolos:

  • La ermita, único edificio que podemos vislumbrar al acercarnos a nuestro paraje, aunque sea de nueva planta. Este edificio religioso se ha convertido en el punto de encuentro de los vecinos, donde se celebran festejos y se comparten comidas.
  • El agua, del antiguo cauce del río Bornova, ahora embalsada, cuyas obras fueron la causa del éxodo de sus habitantes y la desaparición del pueblo sumergido bajo ella, resultando de este doloroso sacrificio una gran riqueza para las tierras que riega.
  • El ciprés, eterno distintivo de los cementerios, tiene en este caso con una connotación mayor, que nos recuerda el traslado de los restos de algunos vecinos del antiguo cementerio sumergido, al construido adosado a la ermita.
  • Las golondrinas, esas aves viajeras que anuncian la llegada de la primavera, han sido muy queridas y respetadas por todos los habitantes de Alcorlo. La especial predilección hacia ellas puede ser debida al beneficio que producen por la gran cantidad de insectos que forman parte de su dieta y que ayuda a controlar estas poblaciones tan molestas, y por antiguas supersticiones impregnadas en la memoria colectiva, por las que se creía que la destrucción de sus nidos causaría grandes males. Su presencia se ha relacionado con los buenos augurios, y posiblemente sean vestigios de creencias o costumbres residuales desde los tiempos de Roma, cuando se consultaba a los augures sobre cualquier acontecimiento importante, estudiando el vuelo de las aves.